lunes, 2 de noviembre de 2009

01/11/2009: Winnipeg

Madre mía, qué paliza de viajeee. Me he tirado más de 34 horas en tren desde Toronto a Winnipeg, en el centro de Canadá, he pasado dos noches a bordo, y qué nocheeees. La verdad es que aunque los asientos eran reclinables y te daban una manta, yo no tengo el tamaño adecuado para dormir en estos sitios, así que al final he dormido algo pero fatal. Otra chica alemana que iba en el tren decía que había dormido fenomenal, pero claro era la mitad que yo, así cualquiera.

De todos modos, el viaje en tren tiene su encanto, lo bueno es que puedes ver muchos paisajes desde el tren, que en avión no podrías. También hay que decir que los paisajes de Ontario (la provincia por la que iba el tren) son muy bonitos pero también algo monótonos. Es decir, lo primero que ves es una cantidad increíble de lagos y bosques verdes maravillosos. No veas la envidia que me daba, ver tanto verde y tanta agua daba gusto... lo que pasa es que 500 Km después seguías viendo el mismo pino y el mismo lago, que ya estaba yo pensando que íbamos en círculos y que había una cámara oculta en algún sitio. Yo, por si acaso, sonreía mucho.



Uno de los cientos de lagos y bosques.



Mi vecina, una mujer de origen escocés, mirando al lago nº 445.



Pasando por un puente, ahora entiendo porque no hay más trenes, es que sale muy caro cruzar tanto río y lago.



Hay un vagón en el que te puedes asomar por arriba y ves el paisaje... o el tren. ¿A que parece que estoy subido encima a lo Lleims Bon?

En ocasiones, pasábamos por pueblecitos y hacíamos una parada. Los pueblos eran simples grupos de casas muy aisladas. La vida en el campo, desde luego, no tiene nada que ver con la ciudad. Uno de esos pueblos era Hornepayne, abandonado de la mano de Dios, pero sin embargo con una cantidad de servicios bastante interesante (piscina con sauna y todo). El gobierno subvenciona bastante para que haya todos los servicios, aunque sean cuatro gatos. Allí hicimos algo de repostaje porque la comida del tren es un poco cara.



Uno de los pueblecitos por los que pasamos.



Un lugareño bajando del coche.



Hornepayne, casi desierto, pero tiene algún sitio chulo.

En el tren conocí a Annie Marie, una mujer muy simpática que me recomendó sitios para ver en Winnipeg (ella es de allí) y del resto del viaje, me contó su historia de amor con el que ahora es su marido, Albert y me hizo un breve tour en coche por Winnipeg.



El chato y Annie Marie, de Winnipeg.

Al llegar a Winnipeg noté dos cosas: que el fresquillo empieza a hacerse notar (malo, malo, me quedan las montañas) y que no hay un alma en la calle, y eso que llegué un sábado. De hecho hay tan poca gente que a veces da un poco de yuyu, sobre todo si sales ya de noche. Me encontré con tres tipos pidiendo dinero, la verdad es que mosqueaba un poco. Annie Marie y Albert me explicaron que Winnipeg es una zona que distribuye al oeste los productos fabricados en el este, así que supongo que la crisis les ha afectado bastante. Además dicen que hay cierto nivel de delincuencia, sobre todo por parte de los índios autóctonos, que se ve que pueden vivir (si quieren) en reservas, con sus propias normas, pero que suele haber bastante corrupción y al final el alcalde y sus lacayos se lo quedan todo. Así que no hay mucha educación, hay alcoholismo... chungo. Sí que llama la atención la cantidad de gente con pinta de "indio" que ves por las calles.



Winnipeg, ciudad fantasma.



Muchas casas son de principios de siglo, por eso a veces las productoras de cine vienen a rodar pelis ambientadas en Chicago años 30 y cosas así.

Luego hice un poco de turisteo: la galería de arte (con obras de arte inuit, o sea esquimales), la casa legislativa, como la llaman aquí con el "Golden Boy" (chico dorado) en la cúpula. En la parte de atrás de la casa legislativa hay unas esculturas de osos de colores que utilizaron para fines benéficos. Al final, la catedral de San Bonifacio, que se prendió fuego y sólo queda la fachada.



Casa legislativa con "Golden Boy"



Oso currante.



Estos osos con las piedras tienen la forma de un "inuksuk", es una construcción típica del norte de Canadá. Son piedras que ponen los esquimales y que se asemejan remótamente a una figura humana. El logotipo de los Juegos Olímpicos de invierno de Vancouver 2010 es un inuksuk.



Catedral de San Bonifacio, o lo que queda de ella.



El cementerio de la catedral, al aire libre. Tiene cierto aire nostálgico.

Y para terminar algunas curiosidades:



Aquí es muy habitual el uso del monopatín por parte de la gente joven.



Hasta tienen señales y todo.



Increíble, ¡alguién robó una foto mía de cuando era pequeño e hizo un cartel con ella!

Mañana volvemos al tren, rumbo a Edmonton y Banff, donde los famosos parques naturales.

7 comentarios:

  1. Cuantas horas de luz tienes ahora al día, viajero norteño?? Ya te han dejado llevar el tren?? Igual si te presentas como Lleims Bon cuela!!
    Es un lujo viajar contigo. Hay fotos del arte esquimal (inuit?) o no dejaban sacar la cámara?? Pq si te han dado el kit-básico-del-oo7-tipo podrás hacer fotos, verdad??? Suelen llevar la micro-cámara de serie en el boli Bic, no?? ;)
    bs.g.

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  2. Me estoy riendo mucho con tus comentarios del blog...sigue asi, que esta muy diver! Un abrazo,
    Fer

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  3. Con el frío que hace no te deben durar nada las baterias!! En el tren puedes recargarlas?

    Lleims Bon? o Cruise en Misión Imposible, jeje.

    Saludetes!

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  4. Acabo de enterarme de tu blog. ¡Qué pasada! ¡Si lo documentas todo!

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  5. Por cierto, soy Lucía... que me sale un nombre raro, jeje.

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  6. Luci, vaya mote te has puesto, hija mía, ¿te mola el blog? Ahora estoy en Banff, ya verás el reportaje...
    Indy, creo que dije Lleims Bon, pero es verdad que la escena que tenía en mente era la del tren de Misión Impotente I.
    Gracias por seguir el blog, Fernanduuuus. Pero firma bien, hombre.
    Gloriwan, de arte inuit... naduit de naduit, no dejaban tirar fotos :-( y se ve que se me ha empañado la lente del de agente secreto "chispas" y tampoco, mecagun.

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